Hay momentos donde nada alcanza.
Y no es porque falte algo afuera…
Es porque adentro, algo pide volver a moverse.
Algo ya no entra en la forma en la que estás sosteniendo.
No importa si ya hiciste de todo…
o si estás por empezar a mirar.
Siempre hay un punto de partida.
O dos.
Cuando te escuchás, aparece el camino: el tuyo.
